De camino a la escuela

El martes llegamos a Santa Lucía la Reforma. Nos adentramos en una pequeña localidad con mucha cultura y tradición, situada en el departamento de Totonicapán. Su lengua materna es el Quiché y, a pesar de que saben que el español les facilita la comunicación con otras regiones, optan por el bilingüismo en las escuelas para no perder su identidad.

Estos días hemos tenido la oportunidad de visitar el centro educativo de Chiguan, donde imparten clases multigrado (un solo profesor educa a alumnos de diferentes edades). Allí conocimos el proyecto ‘Desayunos escolares’, una iniciativa contra la desnutrición infantil y para la mejora del rendimiento escolar. Las propias mamás de los niños se turnan para preparar los alimentos que reparten cada mañana. La caparina, el banano y los cereales les aportan el 14% de los nutrientes necesarios al día. Los profesores nos comentan que en lo que lleva la campaña los alumnos juegan más, son más activos y su nivel de atención es mayor.

En este multigrado descubrimos a Marcela, una niña de 13 años que vive con su mamá y sus cuatro hermanos pequeños. Su historia nos conmovió tanto que propusimos acompañarla durante un día para conocer de cerca su rutina. Se levanta a las 5 de la madrugada y lava el maíz para quitarle la cal, el día antes ya se ha encargado de cocerlo para que repose durante la noche. Una vez preparado, coloca el maíz en un barreño, lo envuelve y lo lleva en su cabeza (con un perfecto equilibrio) hasta el molino. Damos fe de que es un trayecto largo, cansado y complicado por lo abrupto del terreno.

Allí, por unos quetzales, tritura el maíz y repite el camino de bajada hasta su casa. Enciende la lumbre, amasa el preparado y cocina las tortillas para desayunar con sus hermanos antes de coger la mochila e ir a la escuela a las 8 de la mañana. Al igual que Marcela, el 90% de los niños y niñas comienzan su mañana con estas y otras labores. La falta de recursos en la familia hace imprescindible el reparto de un desayuno con el que recuperan energía y mejoran su nutrición. Esto es posible gracias a la colaboración de muchas personas como Rocío y Pedro, dos voluntarios asturianos (ya guatemaltecos) que ponen su corazón cada día en las escuelas y en la comunidad de Totonicapán. Gracias chicos por arroparnos en esta aventura y regalarnos tantas historias.
Próxima parada Chualimón. Seguimos conociendo realidades en este lugar.

 

⇒ Para leer más experiencias como ésta visita el blog «Tres tizas en Guatemala» de las voluntarias de Atresmedia.

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