Este proyecto, iniciado en 2024, busca informar sobre los impactos en la vida marina de los químicos que se utilizan en la industria. Con lo que Fundación Vida Sostenible, socia de Voluntare, busca contrarrestar el desconocimiento sobre muchas sustancias químicas que forman parte de muchos artículos de nuestro día a día.
El problema
Como ya anañizaron en «Mares sin tóxicos: los químicos textiles en los ecosistemas marinos», la contaminación química es un problema real.
En 2022, el Stockholm Resilience Centre, entidad que estableció 9 límites planetarios, concluyó que habíamos superado el límite de la contaminación química. Por entenderlo, cada uno de estos 9 límites hace mención a un factor determinante para sostener la vida tal y como la conocemos. Cada uno de estos factores tiene un límite que, una vez superado, puede suponer cambios en el medio ambiente muy abruptos a gran escala e incluso irreversibles.
Haber superado el límite de la contaminación química supone una gran incertidumbre. Esta incertidumbre se debe a que muchos de los químicos sintetizados por la humanidad no han sido correctamente investigados para conocer sus consecuencias.
También hay algo cierto, y es que los que sí se han estudiado y mostrado dañinos, se encuentran en exceso en nuestro entorno. Ya sea por la irresponsabilidad de no haber prohibido su uso o por haberse saltado la ley, ya sea porque son químicos que perduran (y perdurarán) en el medio ambiente durante mucho tiempo, ya sea por otros motivos, estos agentes químicos tienen (y tendrán) un impacto dañino sobre la vida en nuestro planeta.
La importancia de conocer todos estos impactos está ligada al deseo de que se elimine su uso y se sustituya por otros que sean más seguros. Reducir estos tóxicos no es una buena opción ya que: 1) ya hay demasiados vagando por el planeta y añadir más es aumentar el problema y 2) porque es muy difícil controlar que no se esparzan en nuestro entorno. Las sustancias químicas llegan al mar de formas muy diferentes: espumas para apagar incendios que se diluyen en los cuerpos de agua de la naturaleza, deposición desde la atmósfera, lixiviados de basuras que se filtran al suelo y a las aguas subterráneas, vertidos industriales e incluso desde nuestras propias casas a través de nuestras cañerías.
Esta segunda entrada de “Mares sin tóxicos” aborda solo una parte de las sustancias peligrosas (retardantes de llama, antimicrobianos y PFAS) que se usan en artículos de consumo de uso diario que no incluyen los textiles, la alimentación o la cosmética. Estamos hablando de muebles, utensilios de cocina, artículos electrónicos, menaje del hogar, material deportivo, juguetes, artículos específicos para bebés, transporte (bicicletas y coches) y envases y embalajes.